Vivir pegados a las pantallas, ya sean de móviles, tabletas u ordenadores, eso es el tecnoestrés, un trastorno cada vez más común, sobre todo, entre los jóvenes. El término fue acuñado en 1997 en un libro bajo el mismo título que explica la adicción psicológica que puede suponer el uso continuado de la tecnología.
Tecnoestrés, necesidad de estar conectados en todo momento |
Existen tres tipos de tecnoestrés: la tecnoansiedad, relacionada con el uso y manejo de la tecnología; la tecnofatiga, con la saturación de datos y la tecnoadicción, vinculada con el uso excesivo de estas herramientas. Y es que aunque facilitan nuestro día a día y nos mantienen informados, las nuevas tecnologías también generan mucho estrés.
El tecnoestrés es hoy un problema real, una de las principales causas de bajas laborales. Francia reconoció en 2017 el derecho de los trabajadores a desconectar de la tecnología con el fin de no recibir emails o whatsapps a horas intempestivas. En España, todo lo contrario, somos los europeos que más horas dedicamos al trabajo fuera del horario laboral.
La solución a este trastorno no es otra que profundizar en el objeto de la tecnología y utilizarla solo para lo estrictamente necesario, limitar el horario de conexión a un periodo determinado en el día y fomentar la comunicación hablada.
Desconectar fomenta nuestras relaciones personales |
Digitales sí, pero con cabeza. ¿Acaso hay algo más importante que estar conectados con el presente y su realidad?
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