El kéfir se ha convertido en estrella gastronómica y habitual de nuestras neveras. Esta bebida fermentada de origen Cáucaso (mezcla de bacterias probióticas y levaduras) tuvo cierta popularidad entre los hippies de los años 70, pero después cayó en el olvido. Hoy es conocida en todo el mundo, y cada día reúne más adeptos. Su consumo es frecuente entre los aficionados a la alimentación natural.
Gránulos de kéfir |
El kéfir es un probiótico que refuerza nuestras defensas, fortalece nuestro organismo y ayuda durante la recuperación de algunas enfermedades. Se ha utilizado en dolencias como reumatismo, asma, estreñimiento, hipertensión arterial, artritis, mala digestión o enfermedades inflamatorias crónicas, así como complemento nutritivo en enfermedades como el cáncer o el VIH-Sida.
Los gránulos tienen un aspecto parecido al de la coliflor. Existe kéfir de leche de cabra, oveja y vaca. Los intolerantes a la lactosa pueden consumir el kéfir de agua, un excelente diurético que ayuda a mejorar la flora intestinal y regulariza el metabolismo contribuyendo a la pérdida de peso. Además, ambos se pueden hacer en casa, otra tendencia muy extendida.
Kéfir de agua, apto para los intolerantes a la lactosa |
¿Sabías que esta ancestral bebida probiótica produce una fermentación lacto-alcohólica? Sí, el kéfir contiene un 1% de alcohol. El también llamado yogur búlgaro no tiene contraindicaciones, no sienta mal y es apto para todo tipo de personas. Su uso es adecuado contra el cansancio y el estrés, incluso mejora el sueño y el apetito, por eso su consumo es aconsejable en casos de ansiedad. Además disminuye las depresiones.
¡Ojo! Si observas algún cambio anómalo en la textura, el olor o el sabor, no lo ingieras. Ten cuidado con la preparación del kéfir de agua, puede contaminarse con moho y ser peligroso para la salud. Y utiliza siempre elementos de máxima calidad: leche de buena procedencia y agua mineral o filtrada.
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