A partir del próximo 1 de enero será obligatorio llevar en el coche la baliza V16, que sustituirá a los clásicos triángulos de emergencia. España será el único país donde esta medida se imponga de forma obligatoria, una decisión que ha generado descontento generalizado y que parece satisfacer únicamente a la DGT.
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| Dispositivo de preseñalización |
La Dirección General de Tráfico ha homologado más de 230 modelos de balizas V16 conectadas, las únicas que serán legales y de uso obligatorio. Sin embargo, detrás de esta normativa se esconde un negocio millonario: las fábricas chinas son las grandes beneficiadas, mientras que solo 7 empresas españolas (apenas un 26 % del total) participan en la producción.
Como ya he comentado, la baliza V16 es un dispositivo de preseñalización de accidentes que pretende sustituir a los triángulos para indicar que un vehículo ha quedado inmovilizado en la calzada. No obstante, expertos señalan que su visibilidad durante el día es insuficiente, especialmente bajo el sol directo, lo que podría generar más peligro del que evita. En curvas o cambios de rasante, la baliza resulta prácticamente invisible, reduciendo el tiempo de reacción de los conductores.
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| Baliza v16 sobre un coche |
Además, el dispositivo presenta carencias técnicas: requiere pilas que pueden descargarse en el momento crítico en que se necesite, y su eficacia depende de que el conductor recuerde llevar repuestos. La polémica no termina ahí. Hacienda preve recaudar más de 300 millones de euros gracias a esta medida, que solo se aplicará a vehículos españoles, dejando fuera incluso a los europeos que circulen por nuestras carreteras. Y lo más llamativo: no existe ningún dato que vincule el uso de los triángulos actuales con un mayor número de atropellos. A todo esto se suma la ausencia de campañas informativas que expliquen al ciudadano por qué esta normativa es tan importante para su seguridad. Una obligación que llega sin pedagogía, sin consenso y con muchas dudas sobre su verdadera utilidad.
España se ha convertido en el laboratorio de la Agenda 2030, y nuestra única respuesta digna es la desobediencia. Basta ya de que nos tomen por ingenuos.


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