El tío Tom era un buen hombre. Su sueño era tener una casita en el campo, cómoda y acogedora. Visitó varios lugares y por fin eligió uno estupendo. Apiló madera, piedras y arena para ver plasmado su sueño.
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| Casa de campo |
Empezó a levantar la casa con muchas ganas. Tenía tanta prisa por acabar su trabajo que no tuvo paciencia para cavar lo suficientemente profundo hasta llegar a la roca. Todo lo que quería era disfrutar cuanto antes de la comodidad y la intimidad de su hogar. Construyó una casita muy bonita, un pequeño palacio donde vivir. Estaba orgulloso de su trabajo y era objeto de admiración y envidia del vecindario.
Un buen día estalló una terrible tormenta. Dentro de la casa, se sentía seguro. Era la mejor en kilómetros a la redonda. Cerró las ventanas, atrancó bien puertas y ventanas, y se quedó plácidamente dentro, esperando a que pasara el huracán. Pero la tempestad derrumbó la casa y quedó atrapado en su interior.
Sin embargo, las chozas y chabolas de alrededor soportaron la borrasca. Los vecinos se preguntaban: ¿Por qué es la única que se ha derrumbado? ¿No era la mejor de todas? (adaptación de Mateo 7, 24-27).

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