El atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo no vulnera solamente la libertad de expresión de un país democrático como Francia, también el derecho a la vida, un derecho inviolable e universal. No corren buenos tiempos, el "ser humano" puede llegar a ser terriblemente cruel. Parecía que los islamistas más radicales habían olvidado aquellas polémicas caricaturas de Mahoma, pero está claro que ni perdonan ni olvidan. El miércoles a mediodía dos encapuchados mataron a sangre fría a ocho empleados de Charlie Hebdo, dos policías, un invitado y un hombre de mantenimiento, y cuatro de los 11 heridos se debaten entre la vida y la muerte. Ninguna muerte es justificable y el humor ofensivo tampoco es necesario, teniendo en cuenta la actitud radical de algunas personas.
Por cierto, afortunadamente los autores de la masacre han sido abatidos esta misma tarde en el asalto policial a la imprenta de Dammartin-en-Goël, al nordeste de París. Dice el refrán que el tiempo pone a cada uno en su lugar pero, a veces, la vida es injusta e inexplicable. Francia, el mundo y el periodismo tardarán en asimilar lo ocurrido. Ojalá no vuelva a suceder tal barbaridad. JE SUIS CHARLIE HEBDO.
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